Clubes de fútbol base entrenan con el Bilbao Rugby para completar la educación deportiva de sus jugadores en un ambiente menos competitivo.

Más allá del aspecto humano, el deporte del balón ovalado permite también que los niños pierdan el miedo a los encontronazos
El gran poder del fútbol como líder entre todos los deportes ha provocado una serie de efectos secundarios que en nada benefician a los que lo practican. La enorme competitividad que le rodea es uno de los más preocupantes, especialmente cuando salpica a las categorías inferiores. Niños que con menos de 10 años se quedan fuera de un club por «falta de aptitud», padres que lanzan improperios a los árbitros mientras sus hijos disputan un partido o riñas entre rivales por rifirrafes en el campo forman parte de cada jornada en el fútbol base. Estas actitudes sólo se explican por la obsesión que gira en torno al mundo del esférico, pero que resultarían inconcebibles en otros deportes.

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