Ayer viernes tuvo lugar en el Frontón Askatasuna de Burlada una velada mixta de Boxeo Profesional y Kick Boxing en la que el numeroso público asistente disfrutó de lo lindo con las nueve batallas programadas en el cartel, cuyo combate de fondo enfrentó a Jari Erdozain (Kanku – Adaka) con el berciano Bruno Amigo (Mamba GYM); dos viejos conocidos, puesto que ya se vieron las caras hace dos años en la semifinal del Campeonato de España en la que la victoria sonrió al navarro.
Además, otros competidores navarros del Adaka, Kanku e Hiryukan se midieron a luchadores procedentes de clubes del Pais Vasco (Kuraia, Rentería), con el aliciente añadido de que en dos de estos combates se ponían en juego otros tantos títulos navarros: uno de Boxeo y el otro de K1.
Revancha en K1
El plato “más apetitoso” del menú en esta modalidad era la revancha del Campeonato Navarro de los pesos Welter celebrado en febrero pasado y en el que Javier Ancín, del Hiryukan aspiraba a desquitarse ante el vigente campeón, Asier Iglesias del Kanku burladés, vencedor por unanimidad en la cita de Irurzun.
Asier comenzó la pelea muy centrado, sabedor de que el más mínimo descuido le desposeería de la Txapela ante un duro rival con el que las estrategias quedaban en un segundo plano pues ambos se conocían de sobra.
La refriega comenzó con los preceptivos instantes de tanteo que se alargaron durante todo el primer asalto, aunque bien es verdad que el campeón puso algo más de ritmo que el aspirante.
En el segundo round cambiaron las tornas: Iglesias viendo que ir hacia delante era la única manera de retener la corona, apretó el bocado y buscó con insistencia el cuerpo de su oponente. En una de estas, el de Echavacoiz conectó un soberbio “spinning backfist” (golpe en giro con el puño) al rostro de Ancín que hizo tambalearse al del Hiryukan y comenzar a decantar la pelea hacia el rincón de Iglesias. En el siguiente asalto, éste no tuvo más que administrar su ventaja para llevarse (por unanimidad) una merecida victoria y retener sobre su cabeza la Txapela de Campeón Navarro de los Pesos Welter.
En lo restantes combates de K1, la emoción siguió presidiendo todos ellos y el público fue testigo de combates de todos los calibres: hubo los que se dilucidaron por unanimidad, como la victoria de Iosu Pozo (Hiryukan) ante David Benito del Kanku.
Triunfos a los puntos como los de Leo Berraute (Kuraia Donosti) y Marcos Blanco (Kanku) ante David Bernabé (Kanku) y Unai Iruretagoiena (Trintxerpe), respectivamente; o resoluciones por KO, como la lograda por el luchador del Kanku César Núñez ante el vasco Aratz Garmendia, en la que un preciso golpe en la boca del estómago por parte del navarro, dejó sin aire al bilbaíno, sentado en la lona y asistiendo sin respuesta a la cuenta del juez de la contienda.
Peculiar “desafío navarro” en Boxeo
Esta modalidad arrancó con la celebración de un combate en el que se puso en juego el Campeonato Navarro Junior que colocó sobre la lona del Askatasuna a dos protagonistas bastante particulares. El cetro foral se lo pugnaron dos boxeadores de origen búlgaro: Marin Jordanov, del Kanku y Vlady Tashev del Adaka. Ambos desarrollaron una pelea muy disputada en la que el triunfo final cayó, a los puntos, del lado de Jordanov, que se hizo con la Txapela y el Campeonato.
Completaban la parrilla de esta modalidad dos combates de Boxeo Neo-Profesional, que corroboraron sobre la tela las expectativas creadas en el papel. En el primero de ellos Arthem Sukhanov despachó por la vía rápida a Mohammed, de Rentería. El del Kanku, rapidísimo de movimientos, llegó con claridad al rostro de su oponente, alcanzándole de lleno en la nariz, provocando una profusa hemorragia que desembocó en la intervención de las asistencias y el abandono del púgil donostiarra, mediado el primer asalto.
En el segundo, sin lugar a dudas, el público congregado en la “Bombonera” burladesa, asistió al encuentro más duro de la velada, en el que se citaron, en una pelea a cuatro asaltos de tres minutos, Carlos Andrés Uranga (Kanku) y el zurdo Ramón Cid (Anoeta).
Ambos no especularon en ningún momento y se entregaron hasta la última campana, prodigándose un continuo intercambio de golpes del que los dos acabaron exhaustos. La única manera de dilucidar el vencedor era a los puntos. Esta vez el fiel de la balanza sonrió a Uranga, que abrazó a su rival, sabiendo que también él habría sido digno vencedor ante el atronador aplauso del respetable.
Con el ambiente por todo lo alto se encendieron los focos para los gladiadores de la pugna central de la noche: En el rincón azul y con 66,3 kilos de peso, el ponferradino Bruno Amigo. En el córner rojo, con 67,2 kilogramos, el navarro del Kanku Adaka, Jari Erdozain.
El panorama, que unía un largo periodo sin competir y una mala noche anterior jalonada por problemas estomacales, no era muy positivo para el luchador local. Pero los nervios que atenazaban a Jari mientras se colocaba las protecciones desaparecieron en el mismo instante que cruzó las cuerdas y notó el tacto de la lona bajo sus pies. A partir de ahí, al medallista en el Mundial de Austria se le quitaron todos su males y se centró de lleno en la pelea.
Ésta pasaba por no dejar trabajar a su oponente y llevar continuamente la iniciativa. Dicho y hecho. Ya en el primer asalto un golpe a la cabeza de Amigo dio con los huesos del leonés en la lona y anticipaba lo que iba a pasar después. Las piernas de Jari parecían aspas de molino que surcaban con celeridad el aire burladés impactando con furia en el muslo izquierdo de Bruno, que empezó a flaquear abrumado por la efectividad del navarro.
Erdozain, consciente de haber encontrado el “tendón de Aquiles” de su rival, castigaba una y otra vez esa zona de su cuerpo, causando con cada envite mayor desgaste en el de Ponferrada.
Así en el cuarto round un impresionante “Low kick” (patada circular) de Jari impactó de nuevo en el maltrecho muslo siniestro de Bruno Amigo, haciéndole caer y provocando la cuenta del trencilla, de la que el buen luchador de El Bierzo ya no se pudo recuperar.
Victoria por KO de Jari Erdozain, que alzó exultante los brazos al cielo entre el delirio de la parroquia local que, entregada y satisfecha, dedicó una sonora ovación a todos los competidores que participaron en la velada.