La propia denominación “Rally” nos habla de un tipo de competición “hermana” de la de asfalto, pero que, como todos los hermanos; mantiene alguna que otra diferencia.
Como en el asfalto, el rallye de tierra se disputa en tramos abiertos al tráfico. Pero, y como su propio nombre indica, dejamos las carreteras para transitar por caminos y pistas, que también se clausuran el día de la carrera.
Asimismo los vehículos de esta modalidad (de igual modo divididos en categorías según la potencia de la montura), deberán ser aptos para la circulación por vías públicas, por lo que estarán equipados con los mismos elementos obligatorios que el resto de coches y donde cada participante corre contra el crono, debiendo “apurar” el tramo en el menor tiempo posible.
Pero la divergencia fundamental entre “tierra y asfalto”, viene dada porque en aquella, el recorrido de las pruebas es de carácter secreto hasta el día de la carrera, que es cuando se permite reconocer (justo antes de la celebración del rallye), el tramo a los equipos participantes.
El 27 de abril en Andosilla se dio el pistoletazo de salida a un campeonato que iba a tener otras dos citas: Arróniz el 31 de mayo y Valle de Ulzama el 18 de octubre. Tres pruebas que iban a “coronar” a Imanol Oskoz (Peugeot 205), como vencedor en el Campeonato Navarro de Tierra. Por detrás, Patxi Cortázar (Ford Focus 1.6), segundo y Javier Leyun (Mitsubishi Evo VIII), cerrando la terna.
Por lo que a los copilotos se refiere, los mejores (por este mismo orden) fueron Iñigo Ruiz, Juan Bidegain y Nacho Manero.